Qué puede enseñarnos el cine sobre el periodismo que incomoda al poder? Te contamos sobre cinco historias basadas en hechos reales que llevadas a la pantalla revelan el desafío de exponer verdades ocultas.
En una escena de la miniserie Un escándalo muy real, que se centra en la entrevista que la BBC le hizo al principe Andrés de Inglaterra en medio de las acusaciones de violación de Virginia Giuffre –víctima del traficante sexual y millonario Jeffrey Epstein–, le preguntan a la entrevistadora Emily Maitlis qué se siente haber derribado a un miembro de la monarquía con el programa que le dio la vuelta al mundo en 2019. “Soy periodista. Solo hago preguntas”, responde Maitlis (Ruth Wilson), algo desconcertada por la atención que ha recibido a raíz de la entrevista en que el Duque de York no pudo sacudirse los señalamientos de violación a una menor de edad. Aquella aparición, que equivalía a un juicio mediático aceptado para limpiar su imagen, expuso su excesiva confianza en sí mismo, su antipatía con relación a Giuffre y el nivel de cálculo de sus respuestas, que fueron vistas como las mentiras de un ilustre miembro de la realeza y el favorito de su madre, la reina Isabel II.
El rol del periodista, muy pocas veces imbuido del glamour que le confieren las series y películas, llama más la atención cuando consigue destapar o escarbar en una verdad oculta, poner en crisis el poder de los poderosos o contribuir a derrocar un sistema atrabiliario. En la Red Ética reunimos cinco piezas audiovisuales en las que el periodismo se ha cubierto de una diminuta gloria (diminuta frente al mar de la desinformación) y ha sido convertido en una ficción cinematográfica en la que los periodistas son héroes y la verdad, al menos brevemente, triunfa en un escenario de confusiones, ocultación o crímenes. Cada una de estas piezas tienen algo que decir del trabajo diario de la reportería, la fidelidad a los hechos, la defensa de la libertad de expresión y la importancia de llegar siempre hasta el fondo.
1. Un escándalo muy real (2024)
- Planear las entrevistas en detalle (y enfocarse en las víctimas)
Tras la entrevista realizada por Emily Maitlis en el programa de la BBC, el príncipe Andrés abandonó sus deberes reales y militares (recientemente, el rey Carlos III, su hermano mayor, lo despojó de su asignación anual de un millón de libras). El caso del ex miembro del ejército británico condujo a que la casa real hiciera un acuerdo con la víctima por una suma desconocida –se entiende que millonaria– para evitar un juicio presencial en Estados Unidos o una repercusión mayor que mancillara las celebraciones por el jubileo de platino de la reina. Nada de esto habría tenido semejantes consecuencias si las preguntas de la periodista no hubieran dado en el blanco. Fue tan incisiva que no hizo falta, como lo muestran en la serie, sacar su haz bajo la manga: la foto, tomada por Epstein y que hizo estallar la polémica, en la que el Duque de York abraza a Virginia Giuffre por la cintura. Con respecto al orden y la profundidad de las preguntas, una miembro del equipo de la BBC le aconseja a la presentadora comenzar por lo general y luego ir al detalle, “como una entrevista policial: por partes”. En la preparación, contemplan distintas alternativas: si el príncipe niega haber conocido a Giufree, le mostrará la foto. Además, usarán intencionalmente el nombre de soltera de la víctima y demandante, Virginia Roberts.
Un escándalo muy real también trata de llamar la atención sobre las víctimas: el verdadero rostro de Virginia es mostrado en la famosa foto, mientras que el del príncipe es reemplazado por el de Michael Seen, que encarna al personaje. Sin embargo, en una secuencia final se muestra la foto de ambos con el príncipe Andrés sin retoques cinematográficos. La serie parece arrepentirse, en cierta forma, de poner el foco en las figuras más famosas del caso: el entrevistado y la entrevistada. Pero es consciente de ello: “Todos se centran en el príncipe Andrew y en mí”, dice Maitlis, “no en las víctimas de Epstein”.
2. Spotlight (2015)
- No solo revelar casos de abuso, sino ir tras la corrupción del sistema
Al inicio de Spotlight, la película sobre las investigaciones de The Boston Globe que destaparon múltiples casos de pederastia en la Iglesia católica de Estados Unidos, hay una escena que parece típica de las redacciones: el inquieto periodista Michael Rezender (Mark Ruffalo) no ha almorzado, embebido como está en el trabajo, y alguien en la redacción se queja de que el New York Times está “robando gente” de su redacción. La llegada de un nuevo jefe amenaza con traer cambios y recortes, y los coletazos de la transformación digital ya preocupan a algunos, así como la gradual disminución de los lectores. La noticia de un cura que presuntamente abusó a 80 niños llega al oído de Marty Baron (Liev Schreiber), el nuevo jefe de redacción que pide investigar más. La historia muestra cómo una redacción enfrenta un tema ampliamente ignorado que ha dejado su marca incluso en los periodistas: justo en frente de su sede, está el colegio donde se graduó el editor Walter Robinson (Michael Keaton) y se cometieron algunos abusos. Además, existe una preocupación porque más de la mitad de los suscriptores del diario son católicos y no querrán leer sobre sacerdotes violadores.
La ingente investigación que llevan a cabo incluye decenas de entrevistas, visitas a casas de curas, consultas con abogados defensores de víctimas y a las propias víctimas, que explican cómo las violaciones no responden a casos aislados ni “manzanas podridas”, sino a un problema estructural mayor que, como se supo, abarcaba el seno de la Iglesia en el mundo. Para conseguirlo, Baron hace una petición determinante: enfocarse en la institución, la Iglesia católica, no solo en los sacerdotes. ¿Su intención? “Demostrar que la Iglesia manipuló el sistema”, que los abusos se cometieron sistemáticamente “de abajo hacia arriba”. La Iglesia manipuló para obtener impunidad y, cuando se revelaba un caso, trasladaban a los mismos curas a otras parroquias o les daban bajas por licencia. “Iremos tras el sistema”, recalca Baron. Con esa claridad, llegan al fondo de un caso al que el periodismo no había prestado suficiente atención.
3. La gran exclusiva (2024)
- El (mejor) periodismo siempre ha sido en equipo
Esta cinta aborda también la entrevista del príncipe Andrés. Enfocada más en los detalles del encuentro –etapa de preproducción y producción–, con Gillian Anderson en el papel de Emily Maitlis, La gran exclusiva muestra cómo una noticia de este tipo no es una labor ni tan individual ni tan heroica, sino un trabajo en equipo en el que abundan las tensiones. El personaje de Sam McAlister (Billie Piper), en el papel de la productora –y autora del libro en el que se basó la película–, permite centrar la intriga en un personaje que otra producción pudo haber vuelto secundario. La falsa papada y el maquillaje en la interpretación del príncipe no repele como en tantos otros disfraces hollywoodenses, pues se encarna a una especie de payaso de la realeza que subestima a una audiencia mundial. El error del poderoso es en este caso el acierto del equipo periodístico; pero nada valioso sucede hasta que el público no vea y haga realmente ‘exclusiva’ la noticia.
4. The Post: los oscuros secretos del Pentágono (2017)
- Publicar, a pesar de los riesgos
Ambientada en los años setenta, The Post nos introduce al universo de los linotipos, las rotativas y las redacciones llenas de humo de cigarrillo en un tiempo en que el periódico impreso tenía una influencia masiva. Por su puesta en escena constituye un documento ineludible para entender una época del periodismo que ya no volverá. La película dirigida por Steven Spielberg se diferencia de otras como Spotlight en que no se enfoca en el trabajo de un equipo de reporteros rasos, sino en las decisiones que son tomadas desde arriba. Katharine Graham (Meryl Strepp) es la heredera del Washington Post que, junto con el editor Ben Bradlee (Tom Hanks), deben tomar la decisión de sacar a la luz los documentos que involucran al gobierno estadounidense con un ocultamiento de información de décadas en relación con la guerra de Vietnam. Publicar puede hundirlos financieramente, dañar una marca familiar o llevarlos a un juicio definitivo. En un acto de valentía editorial, saltando por encima del consejo de sus socios, Graham decide hacerlo. Lo que sigue es un juicio con el que el gobierno de Nixon intentó acallar la libertad de prensa. Los jueces de la Corte Suprema fallan a favor del New York Times y del Post después de que varios medios decidieran imprimir la información que apenas unas semanas antes la empresa editorial creía que los condenaría.
5. Todos los hombres del presidente (1976)
- Seguir el rastro del dinero
El caso Watergate aparece referenciado en la secuencia final de The Post, ya que le siguió a la publicación de los papeles del pentágono. Fue abordado hace varias décadas en Todos los hombres del presidente, un clásico del cine en que el periodismo asume un rol detectivesco determinante para la revelación de una conspiración por parte del gobierno de Richard Nixon, que terminaría dimitiendo de su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos. Carl Bernstein (Dustin Hoffman) y Bob Woodward (Robert Redford), otra vez de The Washington Post, componen una dupla que contrasta por la habilidad de uno y la impericia del otro para investigar los hechos que al principio no se sabe qué tan relevantes son (“Podría ser un notición o unos cubanos locos”, dicen en referencia a los ladrones que ingresaron a las oficinas de Watergate). Uno de los consejos que recibe el novato Woodward de una fuente “en la sombra” le sugiere seguir el rastro del dinero. Saber quién les pagó a los ladrones y de dónde salieron esos recursos los conduce a cheques de campaña del jefe de campaña de Nixon. Ben Bradlee, encarnado aquí por Jason Robards, es un jefe duro y temido que apoya a su equipo en el momento más crucial.
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