Los que repiten y repiten y repiten. Repiten.

Carta abierta leída por Orlando Barone el 19 de Enero de 2o10 en Radio del Plata.

Si en los grandes medios un día de estos se dijese que los Kirchner, el matrimonio, la pareja reinante, como sea, se bajaron de la limousine para robarle el tarrito de la limosna lleno de monedas a un mendigo ciego de la calle, se lo creerían. Y lo repetirían como si los hubieran visto con sus propios ojos. Si Mirtha Legrand se quejara un mediodía de que los kirchneristas le echaron mosquitos de dengue en un ramo de flores que le enviaron de regalo, se unirían en coro para desagraviarla y desinfectarla. Todo cuanto de malo y de atroz se pueda decir acerca del gobierno y de las personas que lo componen, cuenta con un tropel de adherentes tan malos y atroces como lo que repiten como cotorras de organito. Últimamente se trata de repetir historias, cuentos, fantasías contrarias a los Kirchner. El que cuenta la pavada más grande e infundada se lleva los aplausos. Hay medios que las repiten con la misma seriedad con que un idiota repite lo que otro le repite que le repitieron otros. En grandes sectores sociales corren aguas servidas de ingratitud amnésica, arrogancia contrera y republicanismo fatuo. Hay legisladores a quienes les interesa más el reglamento que acompañar una ley que beneficie a muchos. Hoy la tendencia favorita es salir a decir cualquier desvarío o desmesura que dañe o hiera a la presidenta sin más asidero que haberlo oído por ahí a un político, a un periodista o a un taxista que, aunque no se conozcan entre sí, actúan en combo. Parte de nuestra sociedad se ha convertido en un eco sin pensamiento que repite todo cuanto oye y lee. O le dicen. Sobran anécdotas en salas de espera, en reuniones, sociales, en quinchos VIP, en cualquier cola de banco o de prepaga. Desde esa perspectiva opositora cada crimen es culpa de este gobierno. Y cada bicichorro y cada peatón chorro. Y cada bebe chorro. La gripe A, el sarpullido de verano, una hamaca que se cae y lastima a un nene, los choques en la ruta, el descontrol juvenil de la costa, la idolatría Fort, las señoritas que muestran los culos a los maridos de las otras, los fracasos personales, el cambio climático, los fondos buitres y hasta los deliveries de heladería que llegan con el helado derretido, son culpa de los Kirchner. Los repetidores más ominosos son los presuntamente cultos, a veces doctorados o graduados, que tienen el mate lleno de “información” Y de nada, con odio. Vieron que en Chile Piñera y Bachelet desayunaron juntos, y ya comparan con que Cristina no desayunaría con nadie que se le opusiera. Yo pregunto: ¿Se merecen alguno de esos cínicos y tránsfugas multipartidos que la presidenta los invite a la mañana para empezar el día viéndoles las caras? Como la palabra sale y no paga peaje, ni se le hace control de veracidad o raciocinio, siempre tienen algo antikirchner en la punta de la lengua. No saben nada de Brasil ni de Chile más que por haber estado en tres o cuatro playas y porque una vez tomaron pisco o caipirinha, y presumen conocer el perfil psico- social y económico de ambos países a los que imaginan superiores a la Argentina sin conocer más que de fútbol. Y estar enterados de que a Lula le falta el dedo de una mano. Ahora admiran con nostalgia al técnico Marcelo Bielsa porque está afuera. Desde el obelisco se entusiasman con Pepe Mujica porque es sencillo y no usa traje, no como Cristina que se pone todo Chanel y Versace encima. Hay quienes repiten únicamente dos cosas: el exceso de comida y el desprecio “antikirchner”. Pero está la maldición del repetidor. Es que de tanto repetir cada día lo que le entra y no procesa, ya ni él mismo sabe lo que piensa. Solo sabe que repite.

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